Cientos de jóvenes llenan de luz la noche en Lavapiés
Crónica de la concentración en las horas previas a la gran manifestación en apoyo a Palestina
Aún no son las nueve en Lavapiés y unos niños ya gritan “Palestina, Palestina”, antes de que las banderas, las bengalas y las kufiyas llenen la plaza del vibrante barrio castizo bajo el lema “Ni un respiro al sionismo”.
Mientras los manifestantes siguen llegando, Marta Hernández, portavoz de uno de los grupos organizadores —CJS (Coordinadora Juvenil Socialista)— insiste en la necesidad de seguir poniendo el foco en la realidad palestina todos los días y en que la ciudadanía continúe presionando a las instituciones. Su organización exige al Gobierno la ruptura total de relaciones diplomáticas y la aplicación de sanciones a Tel Aviv y les acusa de usar a Palestina por oportunismo político.
Sobre las 21:10 horas, la plaza se llena de jóvenes. Unos chicos encienden una bengala y extienden una pancarta frente al Carrefour. Piden el boicot a la empresa francesa por sus vínculos económicos con Israel, mientras el personal del supermercado echa la persiana.
Diez minutos más tarde comienza la marcha por la calle Argumosa. Se corean lemas a favor de la causa palestina como “desde el río hasta el mar, Palestina vencerá” o “contra el sionismo, internacionalismo” y críticas a la política patria, como “gobierno progresista, cómplice sionista” o “Ayuso y Almeida, cómplices de mierda”. Forman enseguida un pequeño frente de banderas y antorchas que avanza a paso firme entre las terrazas y los bares llenos del viernes. La gente mira, graba y sonríe. Se percibe simpatía por los manifestantes. Ancianas asomadas a puertas y balcones, jóvenes migrantes que graban y se unen a las proclamas, algunos ociosos que llegan por accidente y se acaban sumando.

Sobre las 22:25 horas, la marcha termina de dar su pequeño rodeo por el barrio y desemboca en la plaza de Agustín Lara sin ningún incidente. Aquí todos se reúnen frente al cartel, mientras unos muchachos se suben a una entrada de aire y agitan dos palestinas y una comunista.
Hernández da un pequeño discurso. Insiste en sus posiciones: ruptura total de relaciones con Tel Aviv y no reconocimiento de Israel como Estado. Anima a la gente para la manifestación del sábado. Con palabras sencillas, carga contra el Gobierno y la oposición, acusándolos de posturetas e insensibles. “Ningún estado imperialista va a salvar a Palestina”, asegura.
Pero no todos los asistentes opinan lo mismo. Antonio, por ejemplo, está de acuerdo con la actuación del Gobierno: “Considero que es una postura valiente, aunque les viene bien”. Él defiende la solución de los dos estados y lo argumenta: “No es lo mismo la política de la calle, levantar el puño en alto, que la de despacho”. Antón, por su parte, que afirma que votó a Vox en las anteriores elecciones, confiesa: “Soy de derechas, pero no encuentro partidos que se alineen conmigo en el tema de Palestina”.

Juan y Memphis se definen como “muy de izquierdas” y defienden un futuro desarme de Israel, al que consideran ilegítimo, pero reconocen que esto no sucederá: “Si fuera israelí, me sería imposible no renunciar a mi ciudadanía”, sentencian. No creen en el plan de paz de Trump y tampoco esperan que el Gobierno de Israel vaya a respetar el acuerdo.
Estos jóvenes, muy politizados y de distintas ideologías, siguen coreando juntos los mismos lemas hasta que, sobre las 22:45 horas, la concentración se disuelve en la noche madrileña. Quizás estén aliviados de tener, por una vez, una causa común, una postura sólida frente a los discursos líquidos y las burbujas de opinión que inundan el Internet en el que se comunican y se informan. Las antorchas se apagan esta noche, pero las concentraciones, especialmente las de los jóvenes, siguen inundando Europa, reclamando a los gobiernos una postura más firme frente al conflicto al que la ONU ya ha calificado de “genocidio”.


