La radio invita a soñar: medio siglo de esperanza en Bolivia
La organización IRFA, que impulsa la formación de mujeres en áreas rurales, comparte su trayectoria en la Facultad de Ciencias de la Información
Los Andes, el desierto de Atacama o su bosque pluvial en la zona del Amazonas encierran una sociedad patriarcal en su interior. El acceso a la enseñanza, sobre todo para las mujeres y niñas en estos paisajes recónditos de Bolivia, es un lujo y no un derecho. Hace cincuenta años se creó una organización que hace posible que las personas con menos recursos accedan a la educación: el Instituto Radiofónico Fe y Alegría (IRFA). La organización está impulsada por la Fundación Taller de Solidaridad (TDS).
Con motivo de este 50º aniversario, el pasado miércoles se celebró en la Facultad de Ciencias de la Información una conferencia sobre el emprendimiento y la formación de las mujeres en áreas indígenas a través de medios radiofónicos. El acto comenzó con la presentación de cuatro mujeres que mantienen viva la iniciativa: María del Carmen Romero (emprendedora), Sara Rodríguez Salas (técnica de proyectos de TDS), Qnarik Grigoryan Ghimoyan (responsable del área de sensibilización de TDS) y Pamela Violeta Sánchez Pereira (antropóloga).
Sánchez Pereira explicó qué es IRFA y cómo hace posible el aprendizaje a través de las radios comunitarias que ofrecen cursos de lectura, escritura, hostelería e, incluso, periodismo. En los últimos años han evolucionado hacia una enseñanza bilingüe: guaraní y español.
También dio mucha importancia a los diferentes programas radiofónicos que promueven entre sus alumnos, como Radio Viajera, que posibilita la llegada de información a las zonas más recónditas mediante el desplazamiento de los reporteros a otras partes del país. De esta manera, Sánchez Pereira cree poder “generar soluciones a partir de una visión local”. Concluyó la intervención en su idioma materno diciendo “yasoropai” (muchas gracias).
Después de la antropóloga intervino María del Carmen, que explicó de forma muy emotiva cómo había sido su historia, la de su emprendimiento e, inevitablemente, la de la sociedad boliviana. “Me casaron a los quince años porque me vieron conversar con un muchacho”, afirmó. Ella explicó que su sueño de niña era ser pastelera y recordó con tristeza que no contaba con el apoyo de su familia. “Mi única esperanza era mi suegra y gracias a ella pude acudir a los cursos de IRFA, mi marido me lo permitió”, dijo.
Tras una emotiva pausa, María del Carmen contó que su marido no le daba libertad financiera de ningún tipo. Cuando un día le pidió dinero para su emprendimiento, tuvo “mucha suerte” de poder devolvérselo ese mismo día, afirmó con una sonrisa triste. “Al tiempo me preguntó si él podía aprender también y eso me tocó el corazón. Hoy en día él trabaja para mí y mi familia trabaja para mí”, concluyó orgullosa.
Con un selfie al “estilo rockero” y las risas generadas entre el público, las ponentes despidieron a sus oyentes con un regalo: un libro con quince historias de mujeres emprendedoras que han llegado a donde están con la ayuda de IRFA y otros proyectos de la Fundación Taller de Solidaridad.


