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Laura de Chiclana: “No vamos a cambiar el mundo, pero aportamos nuestro granito de arena”

Desde Israel, la reportera de guerra charla con alumnos de la facultad sobre la labor “imprescindible” de los periodistas

Laura de Chiclana, sevillana de tan solo 28 años, ha recorrido numerosos países como reportera de conflictos. Destacan sus coberturas en lugares como Venezuela, Ucrania o en la que está inmersa ahora mismo, Israel. Justamente desde el país hebrero, a través de una videollamada, charló este martes con los alumnos del Máster en Investigación en Periodismo de la Facultad de Ciencias de la Información. A bordo de un coche en marcha que conducía el cámara con el que trabaja en Israel, durante más de una hora y media compartió con los estudiantes anécdotas, consejos y experiencias personales y profesionales. 

Firme defensora de su profesión, De Chiclana no cree poder “cambiar el mundo”, pero sí aportar su “granito de arena”. Con sus coberturas, busca “revolver las tripas de sus espectadores”, que las historias a las que da voz no caigan en el olvido.

“Dependiendo del día, tampoco nos dejan informar en Cisjordania”

Desde 2023 trabaja como freelance en Israel, donde —aseguró— las autoridades no quieren que los periodistas muestren lo que “verdaderamente pasa”, como demuestra el hecho de que prohíban a la prensa extranjera entrar en la Franja de Gaza. Además, afirmó que las limitaciones no se ciñen únicamente a la Franja: “Dependiendo del día, tampoco nos dejan informar en Cisjordania”. Esta censura muchas veces coincide con la actividad de colonos en el territorio palestino. 

De Chiclana contó que los periodistas extranjeros en el país hebreo están “muy controlados”, pero que la situación de sus colegas árabes o palestinos es mucho peor: “Si ellos llegan a decir lo que yo he dicho en algunas de mis informaciones, habrían acabado en la cárcel”. Así, recordó cómo una de las veces que quisieron agredirla durante una cobertura, tuvo que apartar a su cámara palestino cuando acudió a defenderla por miedo a las posibles consecuencias.

Laura de Chiclana, durante la charla con los alumnos I Foto: Montse Mera

Tras más de dos años de guerra y 68.000 palestinos muertos, De Chiclana cree que es “imposible no empatizar”, pero sostiene con firmeza que la labor periodística es “dar información, no opinión”. Aunque sobre el territorio israelí no hay una guerra activa –como sí ocurre en Gaza—, ella percibe una “atmósfera oscura generalizada”, una sensación de que “todo puede estallar en cualquier momento”.

Las implicaciones del reporterismo de guerra

Las largas coberturas en países en conflicto acaban haciendo mella en los periodistas en el terreno, y ella no es una excepción. En ocasiones, especialmente cuando vuelve a España, a su casa, a la normalidad de un país que vive en paz, siente estrés postraumático que se traduce en que le incomodan las aglomeraciones, los sonidos fuertes, incluso el ruido de los aviones. Pese a todas las complicaciones, asegura que el suyo es un “trabajo precioso”, en el que “creces como persona” y que, aunque a veces siente miedo, no dejaría de hacer jamás.

Han pasado más de seis años desde el día que, a falta de presentar el TFG para obtener el título, decidió irse a Venezuela como freelance para hacer lo que más le gustaba (“Cuando se lo dije a mis padres, ya lo tenía todo más que decidido”, aseguró) y las coberturas que ha realizado han sido muy duras, especialmente la guerra de Ucrania (“No nos olvidemos de Ucrania. Allí la guerra sigue, aunque le prestemos menos atención. Para mí, es como mi casa”). 

Aunque a veces —reconoce— la tensión, la impotencia y la tristeza le pasan factura (“Lloro con mucha facilidad. Pero hay que sobreponerse y seguir”), mantiene intacta la pasión por su trabajo. A pesar de lo duro que es no tener el respaldo de un medio (“Es peor la inseguridad de ser freelance que el miedo que paso sobre el terreno. Por ejemplo, no siempre puedo permitirme un seguro y el chaleco y el casco me los he pagado yo”, dijo), aseguró que es feliz porque está haciendo lo que más le gusta.

Mientras su coche seguía circulando por las carreteras de Jerusalén, después de una hora y media de charla y tras pedir a los estudiantes que eligieran bien sus fuentes de información para enterarse de lo que sucede en el mundo (“Hay mucha gente que miente y que habla de una realidad que no existe”, denunció) y que lucharan contra las fake news, Laura de Chiclana se despidió “hasta la próxima”. En la memoria de los que la escucharon quedó la pasión que transmitió por el periodismo y la desazón que provocó cuando confesó: “A veces pienso que puedo morir y, entonces, siento que debo escribir una carta para que se la entreguen a las personas que quiero, pero me pongo a ello y no puedo pasar del primer párrafo”. 

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